Sin perdices...

No ha sido un domingo fácil, pero al fin ha llegado el lunes y las lágrimas se han secado.

Después de varios días de peleas y desaveniencias contínuas, ayer teminamos.
Me costó muchísimo tomar la decisión, pero llega un momento que no puedes convivir con los celos infundados, la deconfianza contínua y las inseguridades. Hay cosas que me superan, y la desconfianza es una de ellas.
Sé que apenas cuatro meses no son suficientes para asentar una relación, pero al igual que confío con los ojos cerrados pido un mínimo por la otra parte. He esperado todo lo que he podido hasta que mi cuerpo ha dicho "basta".

A pesar de que mi corazón grita de dolor, mi mente no cesa de repetir que las personas no cambian, y lo hace cada vez más alto para ahogar los gritos del primero…
A pesar de todo no es un dolor tan insoportable como el que sufrí ayer haciendo llorar a la persona a la que quiero, manteniéndome fría y distante, sin soltar una sola lágrima ante sus porqués y sus promesas de un futuro mejor. Lo siento, pero las palabras bonitas ya no hacen mella en mis decisiones.
Jamás había imaginado lo que duele que se te desgarre un pedazo del alma. No sé cómo hacer que él se sienta mejor, aparte de alejarme de él, no dejar que me vea puede ayudar, quizás... Seguir haciéndome la dura… O sencillamente seguir siéndolo…

Llegará el momento en el que no haya dolor. Llegará el momento en el que pueda recordar lo bueno sin tener presente lo malo. Llegará el momento de seguir adelante sin darse cuenta del bagaje que cargamos a nuestra espalda. Me miento diciéndome "no hay dolor, solo pena".